Lima.- Luego de dos años de debates –la mayoría, lamentablemente poco académicos, donde se privilegió el insulto sobre el discernimiento– se aprobó la Ley Universitaria que sustituirá a la que ha regido por 30 años.
No ha sido fácil. La votación lo refleja: 56 votos a favor, 46 en contra y 3 abstenciones dan cuenta del tremendo lobby universitario que quiere mantener a como dé lugar el statu quo y el reinado de la Asamblea Nacional de Rectores que solo pudo probar en los últimos años que “el otorongo no come otorongo” se aplica también a los órganos de autorregulación universitaria. Ya amenazan con acciones de amparo y acciones de inconstitucionalidad sin siquiera recordar que fue el propio Tribunal Constitucional el que recomendó la creación de un órgano de supervisión estatal que no sea juez y parte.
La norma aprobada no viola la autonomía universitaria. Por el contrario. La Superintendencia (Suneu) adscrita al MED está conformada por profesionales independientes escogidos en concurso público. Se acabó el juez y parte para evitar la estafa en la que se ha convertido la educación superior.
Pero la norma sí trae nuevas exigencias de calidad que obligarán a universidades públicas y privadas a invertir en infraestructura e investigaciones. Las privadas societarias tendrán menos utilidades que repartir. Rectores, decanos, profesores y alumnos tendrán que adecuarse a la exigencia de doctorados, maestrías y tesis. Se ha abolido el bachillerato automático (para los nuevos alumnos a partir de la promulgación de la ley) y se han dado plazos para la obtención de títulos para los profesores.
Aunque haya sido un trabajo duro, la aprobación de la norma es la parte más sencilla. Ponerla en funcionamiento demandará una atención extraordinaria del ministro de Educación que debe liderar este proceso. Desactivar los organismos existentes y poner a operar a la Superintendencia, con el concurso respectivo, puede tardar un año.
Luego, verificar el cumplimiento de normas y tomar decisiones dolorosas como el cierre de las universidades que no cumplen estándares mínimos puede crear enormes conflictos sociales.
Se abren además nuevos retos. La demanda de educación universitaria va a seguir creciendo pero la oferta se va a retraer para adecuarla a estándares internacionales. ¿Habrá alternativas para los jóvenes fuera del sistema universitario en los próximos 10 años?
Autor: Rosa María Palacios
Comentarios
Publicar un comentario